EL TEMPLO DEL FUEGO

Cada día lucho contra mi enemigo, pero una vez cada cierto tiempo me dirijo al Templo del Fuego, allí se libra otra batalla a la que nunca falto, a la que siempre soy puntual.
4 de septiembre: Me subí en mi Land Rover Defender, en esta ocasión conducía mi compañero. El camino es algo largo y lleno de obstáculos. Llegamos, bajamos del coche y allí estaba, tras La Ciudad Perdida "El templo del Fuego". Atravesé sus puertas, subí sus escaleras y me encontré con él, el guardián del templo. Siempre está allí, en el mismo lugar con su sed de sangre. No me gusta, lo detesto, pero es una prueba por la que he de pasar si quiero llegar hasta Horus. Como otras veces derramé mi sangre y después de cruzar varios pasadizos, por fin... 6 meses después... allí estaba, frente al gran Horus.
Al cabo de media hora salí como siempre victoriosa. Todo estaba bien, había vencido otra vez y hasta dentro de otros 6 meses no tendría que volver a pisar El Templo del Fuego, a no ser que algo fuera mal, de lo que me encargo yo personalmente luchando a diario como ya os he dicho al principio.
Mi enemigo puede atacar en cualquier momento y por eso siempre estoy preparada, con mi actitud y con las pistolas bajo la almohada.

Pues así fué mi último análisis de sangre y revisión en el hospital. Yo lo cuento así y lo vivo así. Tal vez es una manera de enmascarar una realidad no demasiado agradable. A mí me funciona, me hace pasarlo un poco mejor en estas situaciones y al fin y al cabo eso es lo que importa.
Mi pareja me dice:
- ¡Anda que tienes cada cosa!!!
Y yo le contesto en la puerta del hospital:
- ¿Qué pasa? ¿Acaso no lo ves? Estamos atravesando las puertas del "Templo del fuego"