Fueron unos segundos que me parecieron eternos, el corazón me latía a mil por hora y creí que en cualquier momento me iba a estallar. Abriste la corredera y allí estabas ante mí cubierto sólo por una toalla:
- Creo que yo también necesito una ducha- dijiste guiñándome un ojo.
Fué entonces cuando supe que ya no había marcha atrás... Entraste y te besé, te besé apasionadamente. Lo había estado deseando durante toda la tarde y ahora que te tenía allí ya no me importaba nada, sólo sentir, sentir lo que estaba sintiendo.
Me levantaste un poco, entrelazé mis piernas alrededor de tus caderas y entonces si que deseé que el tiempo se parara. Entraste en mí muy lentamente, recuerdo como el agua resbalaba por nuestra piel y como mientras lo hacías me mirabas a los ojos:
- Esto no debería estar pasando... esto está mal- decías entre jadeos- pero me gusta, me gusta mucho.
- No, no debería pasar, joder.... sigue.... sigue....
Nos deleitábamos en cada movimiento, en cada subida y bajada.
Te aparté un poco de mí y pronto te tuve sentado, me puse sobre ti y aquello continuó, entonces los movimientos se hicieron más lentos, ahora el ritmo lo marcaba yo mientras tú con tus manos recorrías todo mi cuerpo. No hubo un milímetro de mi piel que no tocaras. Aquello fué de locura, una locura que se alargó hasta bien entrada la madrugada.
He querido plasmar esto aquí para que jamás olvidemos aquella noche, aunque dudo que lo hagamos. Por eso este post va dedicado a ti, mi amigo, mi fiel lector.... tú ya sabes quien eres. No sé si se repetirá más veces, tal vez no, pero de ti me queda el recuerdo porque de una manera u otra me has regalado una noche que jamás olvidaré. La vida a veces es como un sueño y los sueños..... sueños son....
Gracias.